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Ricardo Dodds, un hombre íntegro

Martes 26 de mayo de 2015

En 1965, durante un viaje en lancha por el delta con Ismael Sánchez Bella, primer Rector de la Universidad de Navarra, se entusiasmó al enterarse de la Clínica Universitaria impulsada por San Josemaría en Pamplona. “Su entusiasmo fue tan contagioso que, en agosto de 1966, viajé para visitarla”, recordaba. Ese año fue recibido por el Dr. Eduardo Ortiz de Landázuri, decano de la Facultad de Medicina de esa Universidad.

Ricardo fue uno de los primeros médicos “soñadores” que ya en 1970 comenzaron a idear lo que sería el proyecto médico universitario en la Argentina. Con él César Bergadá, Dante Dolzani, Ernesto Don, Lady Martínez, Guillermo Terzano, Enrique Malbrán y Leonardo McLean, en cuya casa tenían esas primeras reuniones. Cuando el sueño se fue cumpliendo, acompañó con consejo, docencia y presencia los inicios de la Facultad, incluso en su primer curso de ingreso, y la concreción del Hospital.

“Ciencia, mucho conocimiento, pero también amor por la persona y comprensión del ser humano que tenemos delante”, pedía para la formación médica. Su integridad, rectitud y, pasión por la educación y por la medicina, entre otros, constituyen valores que nos han marcado y por los que hoy, al rezar por su eterno descanso, damos gracias a Dios.

Los invitamos a leer la reseña que sobre él escribió con mucho afecto el Dr. Mario Saravia.

Ricardo Dodds, una vida pensando en el otro

El viernes 22 de mayo nos dejó Ricardo Dodds. Cuando alguien cercano nos deja, es habitual elaborar unas palabras en su memoria, palabras que a veces leemos de un modo que casi nos resulta habitual. Pero ¿cómo se hace para resumir en unas líneas la impronta de un hombre extraordinario? Quiénes lo conocieron saben de qué hablo. Pero quisiera intentar describir quien era Ricardo para aquellos que no tuvieron el privilegio de conocerlo. Es una tarea imposible. Sera solo un intento.

Ricardo fue un oftalmólogo destacado, de consulta dentro del país, y distinguido representante de nuestra oftalmología en el mundo. Eso no alcanza ni para acercarse a definirlo.

Fue un Maestro, a disposición de quien quisiera aprender. En su consultorio, abierto a todos, había siempre jóvenes que iban a aprender como diagnosticar y resolver casos difíciles. Pero se encontraban con un Médico que dedicaba a sus pacientes el tiempo que ellos necesitaran, que los examinaba con una obsesión pausada, y que al final de interrogatorios y exámenes minuciosos se volvía hacia los jóvenes aprendices para pedir que lo ayudaran con el diagnostico. Lo increíble es que hacia todo esto con una humildad que hacia parecer que los roles se habían invertido, y que la opinión del joven aprendiz iba a ser determinante para ayudar a ese paciente en manos de un médico desorientado, que por supuesto sabia el diagnostico desde el primer apretón de manos. Compartir una tarde de consulta con él tenía un efecto transformador en los visitantes, pacientes o aprendices: uno ya no era el mismo al salir.

En un momento crítico para la oftalmología argentina, decidió volcar su vocación de servicio a las instituciones. Y lo hizo de la única forma que sabía hacer las cosas, con objetivos claros fundamentados en valores, con convicción monolítica, con dedicación insana, con perseverancia y tenacidad exasperantes, pero al mismo tiempo con dialogo, con paz, y con una infinita paciencia para sobrellevar los sinsabores de lo que él llamaba ¨la naturaleza humana¨. Ricardo transformó las instituciones de la oftalmología argentina, y nos transformó a los que tuvimos la suerte de acompañarlo en esa empresa.

Ricardo Dodds fue uno de los padres fundadores del Hospital Universitario Austral, que es hoy una realidad, pero que era un sueño impensado.

Y fue lógico que así fuera porque era un soñador. Pero no un soñador de ilusiones vanas. Era un soñador de utopías, que no es lo mismo. Utopía es el nombre de la obra maestra Santo Tomas Moro, a quien leyó con fascinación. Como Tomas, Ricardo sabía que las utopías eran inalcanzables, pero simulaba ignorarlo porque sabía que son imprescindibles para avanzar hacia un mundo mejor. Sus sueños imaginaban cambios que el no iba poder ver. Pero los describía con la frescura de quien tenía 100 años por delante. Y tenía la capacidad de hacernos pensar que valía la pena el esfuerzo, que conformarnos no era una opción. Y la forma de convencer era muy simple: él daba el primer paso, y luego otro, otro más, sin cansarse nunca, esperando a los demorados, reanimando a los vacilantes. Así los objetivos se lograban, haciendo recaer el mérito en otros, y disfrutando de lejos con una sonrisa cómplice y silenciosa de los logros alcanzados. Fue un líder transformador y sutil. De los que te cambian el corazón.
En incontables desayunos, me contagio su pasión por Santo Tomás, compartimos sueños utópicos, y me convenció de ser parte de la utopía del Hospital Austral. Agradezco cada minuto. Extrañaré sus consejos, su humor británico, su risa franca, saber que estaba.

Ricardo fue un cristiano hecho carne, un Hombre dedicado al prójimo tiempo completo, indiferente a lo material, un patriarca, un líder del ejemplo, esposo devoto, padre y abuelo entrañable, un amigo.
Se nos fue un imprescindible.

Nos deja la Utopía de seguir su huella. Gracias Ricardo.

Dr. Mario Saravia

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