Imaginemos que, dentro de nuestro organismo, viaja un dron con cámara que busca, localiza y registra el objetivo. Después, otro idéntico —pero con una carga terapéutica— sigue el mismo camino para neutralizarlo. Así funciona, a grandes rasgos, la teragnosis: una vanguardista técnica que une diagnóstico y tratamiento para combatir el cáncer. Claro que, en lugar de drones, se utilizan radiofármacos: pequeñas moléculas capaces de reconocer las células del tumor. Primero permiten verlas en las imágenes; luego, recorren esa misma ruta para llevar y liberar el tratamiento dentro de las células tumorales, afectando lo menos posible al resto del cuerpo.
“Solemos decir que tratamos lo que vemos”, resume la especialista, destacando el principio de precisión sobre el que se basa este enfoque.
Altamente innovadora, esta técnica —que ya marcó un cambio de paradigma en distintos centros del mundo— comienza a aplicarse en la Argentina. En el Hospital Universitario Austral se incorporó hace pocas semanas para pacientes con cáncer de próstata avanzado, lo que representa un salto exponencial hacia una medicina más precisa y personalizada.
Una gran noticia, visto y considerando que el cáncer de próstata es el más común entre los hombres argentinos y el tercero más mortal, después del de pulmón y el colorrectal. Representa el 18 % de todos los tumores malignos en hombres y el 9 % del total de los diagnosticados en el país. Cada año se registran más de 11.000 casos nuevos, y se estima que uno de cada siete hombres lo desarrollará en algún momento de su vida.

El concepto de usar una sustancia radiactiva tanto para diagnosticar como para tratar no es nuevo: surgió en la década del 40 con el yodo radiactivo, aplicado en enfermedades de tiroides. Décadas después, el desarrollo de la biología molecular permitió ampliar esa lógica a otros tumores. “En la década del 2000 se introdujeron péptidos radiomarcados para tratar tumores neuroendocrinos, lo que fue el primer paso de la teragnosis fuera de la tiroides”, recuerda la doctora Musumeci.
Uno de los saltos más recientes y esperanzadores se dio en el cáncer de próstata, gracias al descubrimiento del PSMA —sigla en inglés de antígeno prostático específico de membrana—, una proteína que se encuentra en gran cantidad en las células tumorales y que tiene baja expresión en tejidos normales. “Esa especificidad convierte al PSMA en un blanco ideal”, explica el doctor Juan Pablo Sade, Líder de la Clínica de Tumores Genito-urinarios, y añade: “A partir de ella, es posible desarrollar moléculas que se unen al PSMA para identificar las células tumorales mediante imágenes y, luego, utilizar esa misma unión para dirigir el tratamiento directamente al tumor; es decir, mediante el Lutecio-177 PSMA”.
La teragnosis con Lutecio—177 PSMA se aprobó inicialmente para pacientes con cáncer de próstata metastásico que habían progresado tras el tratamiento hormonal y la quimioterapia. “En esos casos demostró una reducción significativa de la carga tumoral, alivio de síntomas y mejora en la calidad de vida y la supervivencia”, señala la doctora Carolina Passarella, oncóloga de la Clínica de Tumores Genito-urinarios del Hospital Universitario Austral.
Recientemente, la ANMAT amplió su aprobación para su uso en pacientes metastásicos antes de la quimioterapia, lo que abre la puerta a una aplicación más temprana. Para acceder a este tratamiento, el paciente debe presentar una adecuada expresión del marcador PSMA —confirmada mediante una Tomografía por emisión de positrones corporal total (PET/CT)— y no tener contraindicaciones para el radiofármaco. “La selección —al igual que el posterior seguimiento entre ciclos— se realiza en conjunto entre el oncólogo y el médico nuclear, asegurando que cada caso sea evaluado de manera individual”, señalan los especialistas.

Los resultados positivos se replican tanto en los ensayos clínicos internacionales como en la práctica clínica diaria. “En pacientes con cáncer de próstata avanzado, este tratamiento mejora el control de la enfermedad, retrasa su progresión y prolonga la vida de los pacientes”, cuenta el doctor Sade. Muchos presentan descensos notables del PSA y alivio del dolor óseo, lo que se traduce en una mejor calidad de vida. “Al ser un tratamiento dirigido, los efectos secundarios suelen ser leves y bien tolerados”, destaca la doctora Passarella.
Ambos expertos subrayan que la principal fortaleza de la teragnosis es su alta selectividad: “El Lutecio se une específicamente a las células tumorales que expresan PSMA, liberando radiación directamente dentro del tumor y dañando menos el tejido sano. Esto se traduce en una menor toxicidad sistémica en comparación con la quimioterapia, que actúa sobre células de todo el organismo”. Otra ventaja notable es su capacidad para tratar metástasis pequeñas o no visibles en estudios convencionales, ya que el radiofármaco circula por todo el cuerpo.
En cuanto a los efectos secundarios, suelen ser leves: cansancio, sequedad en las glándulas salivales o descenso de los glóbulos, que se controlan mediante hidratación, protección salival y seguimiento médico cercano con eventual ajuste de dosis.

La palabra “nuclear” todavía genera temor en ciertas personas. “Esa inquietud suele estar asociada a los accidentes o al uso bélico de la energía, pero en medicina se emplean dosis muy bajas y controladas, con estudios dosimétricos previos que garantizan su seguridad”, afirman los profesionales Sade y Passarella. Los materiales radiactivos utilizados en medicina tienen una vida media corta y se eliminan por orina en pocas horas o días. Durante ese tiempo, los pacientes reciben indicaciones simples —como evitar el contacto cercano prolongado— para proteger a otras personas o mascotas. “Con esas medidas, no se genera un riesgo importante para el entorno”, aclaran.
Al respecto, la doctora Musumeci advierte que “este tipo de tratamiento está bajo estrictas regulaciones y requiere una licencia de operación otorgada por las autoridades competentes”. Por ejemplo, resulta esencial tener un responsable médico de seguridad radiológica y un equipo entrenado en la manipulación y el fraccionamiento de los radiofármacos, siguiendo protocolos nacionales e internacionales.
Hoy, las líneas de investigación más prometedoras —aún en fases iniciales— buscan ampliar el uso de la teragnosis a otros tumores; por ejemplo, tumores neuroendocrinos, el cáncer de pulmón de células pequeñas, los meningiomas, el cáncer renal y los tumores sólidos con alta expresión de FAP. “Los resultados preliminares son alentadores”, comentan los expertos, entusiasmados con justificada razón: la teragnosis es una muestra de cuánto está avanzando la medicina. Un tratamiento más preciso, más efectivo y con menos efectos secundarios, para que cada persona reciba una terapia hecha a su medida y con mejores perspectivas de vida.