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14 Nov 2025

Mientras dormimos: elogio de la oscuridad

La exposición a la luz artificial durante la noche confunde al cerebro y altera funciones esenciales. El doctor Daniel Pérez Chada, especialista en medicina del sueño, explica por qué dormir con luz —tenue inclusive— puede afectar la salud más de lo que creemos.

Muchas veces, la oscuridad más absoluta es percibida como una amenaza. Basta pensar en los niños que duermen con una lamparita encendida para ahuyentar los monstruos que imaginan en la penumbra. Pero lejos de ser un vacío hostil, la noche cerrada activa procesos esenciales: reorganiza el cerebro; estimula la concentración y la imaginación; favorece la memoria, las emociones, el aprendizaje… 

Dormir en completa oscuridad no es un gesto ascético ni una moda de wellness, sino una necesidad biológica. Es más, diversos estudios advierten que la iluminación artificial nocturna —cada vez más presente— tiene su costo: altera el ritmo circadiano (el reloj interno que regula sueño y vigilia) y se asocia con trastornos del ánimo, alteraciones metabólicas, mayor riesgo de enfermedades —por ejemplo, cardiovasculares y cognitivas—, entre otras consecuencias. En pocas palabras, vivir a contraluz puede afectar más de lo que creemos. Y, al momento del descanso, la oscuridad no amenaza: protege.

Mientras dormimos: elogio de la oscuridad
Dormir en completa oscuridad permite que el cerebro active los procesos reparadores del cuerpo.

Para entender por qué la oscuridad influye directamente en la salud física y mental, conversamos con el doctor Daniel Pérez Chada, Director de la Clínica del Sueño del Hospital Universitario Austral y una de las principales autoridades del país en medicina del sueño.

¿Por qué nuestro cuerpo necesita la oscuridad para un descanso profundo y reparador?

– El cuerpo humano está sincronizado con un reloj biológico interno que regula funciones esenciales como el sueño, la temperatura corporal y la secreción hormonal. Este ritmo circadiano depende de la alternancia natural entre luz y oscuridad. Cuando cae la noche y disminuye la luz, el cerebro libera melatonina, la hormona que induce el sueño y coordina múltiples procesos metabólicos y reparadores. Al mismo tiempo, descienden los niveles de cortisol, la hormona de la alerta. La oscuridad, por tanto, no es solo ausencia de luz: es una señal biológica que permite que el organismo “cambie de modo”, repare tejidos, consolide la memoria y restablezca el equilibrio interno.

Mientras dormimos: elogio de la oscuridad
La luz de las pantallas confunde al cerebro y retrasa la producción de melatonina, la hormona del sueño.

¿Qué ocurre en el cerebro durante el sueño profundo?

– Durante el sueño profundo, especialmente en condiciones de oscuridad completa, el cerebro realiza tareas críticas de mantenimiento y reorganización. Se consolidan los recuerdos, se consolida la memoria, se reparan conexiones neuronales y el sistema glinfático elimina desechos metabólicos acumulados durante el día. El sistema glinfático es una red de drenaje del cerebro que se activa principalmente durante el sueño profundo. Es decir que mientras dormimos, este sistema “lava” el cerebro, ayudando a mantener la claridad mental, la función cognitiva y la salud neuronal. Además, el descanso visual —la ausencia de estímulos luminosos— facilita la plasticidad cerebral y la integración emocional. Por eso muchas personas refieren una sensación de mayor claridad y creatividad tras un buen descanso: el cerebro ha “reordenado” la información y restablecido su equilibrio interno.

Cuando esa oscuridad se interrumpe, por ejemplo, con la luz del celular, del televisor o de la calle, ¿cómo impacta en nuestro organismo?

– La luz artificial, especialmente la luz azul emitida por pantallas, y lámparas LED, confunde al cerebro: le hace creer que aún es de día. Esto inhibe la producción de melatonina, retrasa el inicio del sueño y fragmenta su estructura. Dormir con luz, incluso tenue, reduce la profundidad del sueño y mantiene activas áreas corticales que deberían descansar. En una sociedad “sobreiluminada”, el sistema circadiano pierde su sincronización, lo que favorece el cansancio diurno, el deterioro cognitivo y predispone a alteraciones metabólicas y emocionales.

Mientras dormimos: elogio de la oscuridad
Vivimos en una sociedad “sobreiluminada”: la exposición nocturna a luz artificial altera el reloj biológico y el ánimo.

Dormir con algo de luz es un hábito bastante extendido.¿Qué efectos puede tener a largo plazo en el descanso y en la salud mental?

– Dormir en completa oscuridad favorece una mejor regulación emocional. Durante la noche, los ritmos hormonales y la actividad cerebral dependen de la ausencia de luz para mantener el equilibrio entre neurotransmisores como serotonina y dopamina, esenciales para el ánimo y la motivación. La exposición a luz nocturna se ha vinculado con mayor riesgo de depresión y ansiedad, porque interfiere con el sueño reparador y altera los circuitos que procesan las emociones. La oscuridad, en cambio, induce un estado de calma fisiológica que favorece la claridad mental y la resiliencia emocional.

 

¿Qué medidas simples recomienda para mejorar el descanso y aprovechar plenamente los tantos beneficios de la oscuridad total?

– Algunas recomendaciones clave: mantener oscuridad total en la habitación (usar cortinas blackout o antifaces si es necesario); evitar pantallas al menos una hora antes de dormir;

atenuar las luces del hogar al anochecer, especialmente las blancas o azuladas. También es muy importante mantener horarios regulares de sueño y vigilia; favorecer rituales relajantes antes de dormir (lectura, respiración, música suave); y exponerse a la luz natural por la mañana para reforzar el ritmo circadiano. La oscuridad nocturna y la luz diurna, después de todo, actúan como un binomio esencial para el equilibrio biológico, mental y emocional.

Mientras dormimos: elogio de la oscuridad
Mantener oscuridad total en la habitación mejora la calidad del descanso.
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