Convivimos con ellos desde siempre. Algunos nos los sabemos de memoria; otros ni siquiera los registramos. Son redondos u ovalados, planos o con relieve, oscuros o claritos, dispersos por todo el cuerpo o escondidos en rincones que rara vez miramos. Y aunque la mayoría de los lunares son inofensivos, hay ciertos cambios sutiles que no conviene dejar pasar.
“Los lunares son proliferaciones benignas de melanocitos, las células que dan color a la piel. Pero cuando esa proliferación se vuelve maligna, ya hablamos de melanoma, que es un tipo de cáncer de piel. Por eso es importante prestar atención a la evolución de los lunares en el tiempo”, explica la doctora Clara de Diego, médica del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Austral.
Hay una manera muy simple para saber cuándo un lunar debería llamar la atención. Se la conoce como la regla del ABCDE, y resume cinco características que, si se presentan, ameritan una consulta dermatológica:

Además, hay un concepto gráfico que puede resultar útil: el signo del “patito feo”. “Si una persona tiene muchos lunares parecidos entre sí y hay uno que desentona, que es distinto en forma, color o tamaño, eso también tiene que llamar la atención”, señala la experta.
Explica la doctora que “hay quienes tienen pocos lunares y quienes tienen muchísimos. Y dentro de los que tienen muchos, hay quienes los tienen homogéneos -sin particularidades- y quienes presentan varios lunares atípicos”. Este último grupo -el de quienes tienen más de 50 o 100 lunares, o lunares irregulares- debe prestar especial atención: “Se considera un grupo de riesgo para melanoma y es importante que visite al dermatólogo”.
En estos casos, además del control clínico con dermatoscopio manual -un instrumento que permite observar con más detalle la estructura de los lunares-, se puede indicar una fotografía corporal total con dermatoscopia digital. Se trata de un estudio que registra imágenes estandarizadas de toda la piel del paciente, marcando la ubicación y apariencia de cada lunar, y permite compararlas con estudios posteriores. “Lo que buscamos es detectar cambios en el tiempo. Un melanoma puede parecer un lunar al principio, por eso necesitamos ese seguimiento”, ofrece la especialista.
Los lunares, además, no siempre lucen de igual manera. Algunos son planos, como pequeñas manchas marrones redondeadas u ovaladas. Otros tienen más cuerpo: son blandos, pueden ser marrones o rosados claros, a veces tienen pelo, y se los conoce como nevos verrugosos. “Suelen aparecer en la cara, el cuero cabelludo, la espalda o el abdomen, y culturalmente se los ha asociado a esa imagen del lunar de las brujas en la barbilla -cuenta la doctora-. Pero no son más peligrosos por su forma. Lo importante, como he mencionado, es observar si alguno cambia con el tiempo o si es distinto a los demás”.
¿Un lunar inofensivo puede volverse melanoma? No necesariamente. “El melanoma puede desarrollarse de manera espontánea sobre piel sana. De hecho, en el 60 a 70 % de los casos se origina así. Pero también puede aparecer sobre un lunar preexistente”, dice la profesional. Y subraya: “Por eso no hay que alarmarse innecesariamente, pero sí estar atentos a las señales que nos da la piel”.

La principal causa de melanoma es la radiación ultravioleta. Y alcanza con una sola quemadura solar importante para causar un daño que, con el tiempo, puede derivar en un tumor. “Hay dos tipos de exposición solar que pueden generar daño: la exposición crónica, acumulada con los años, y las quemaduras solares severas. Una única quemadura con ampollas puede ser suficiente para producir mutaciones”, advierte la doctora de Diego.
Por eso, la protección solar debe empezar por el sentido común: evitar exponerse entre las 10 y las 16 horas, buscar sombra, usar ropa que cubra la piel y sombreros de ala ancha. “El protector solar es el último paso, no el primero. Y debe aplicarse en toda la piel expuesta, no solo sobre los lunares”, enfatiza. Entre los errores frecuentes que observa en el consultorio, la dermatóloga menciona algunos clásicos: “Muchas personas se ponen protector únicamente sobre los lunares, o usan factor 50 en el rostro pero 30 en el cuerpo. En primavera y verano, lo recomendable es aplicar protector 50 o más en toda la piel expuesta. En invierno, un FPS 30 puede ser suficiente”.
También derriba el mito del bronceado saludable: “Por definición, el bronceado es una respuesta de defensa de la piel frente a la agresión solar. No existe tal cosa como un bronceado seguro”.

Algunas personas tienen más riesgo que otras. Entre ellas:
Esto se debe a que no todas las pieles se comportan igual frente al sol. “Las personas de piel muy clara suelen tener un tipo de melanina -la feomelanina- que protege menos frente a la radiación ultravioleta. En cambio, las personas de piel más oscura producen mayor cantidad de eumelanina, que actúa como un escudo natural”, ofrece la experta.
En todos los casos, empero, la clave está en la detección temprana. “El melanoma es un tumor agresivo, que puede dar metástasis si no se detecta a tiempo. Pero si lo encontramos en etapas iniciales, el pronóstico es mucho mejor”, advierte la doctora Clara de Diego. De allí que, ante cualquier duda, conviene mirar bien e ir al médico: cuando se trata de la piel, el tiempo sí importa.