Una noticia devastadora, una pérdida inesperada, un susto que deja sin aliento… Hay emociones tan intensas que pueden afectar el corazón de forma real, palpable. El cuerpo reacciona con dolor en el pecho, sudoración, falta de aire. Parece un infarto, pero no lo es: se trata del síndrome del corazón roto, una afección que altera la capacidad del músculo cardíaco para contraerse, incluso sin que haya lesiones coronarias previas.
Si no se detecta a tiempo, esta patología puede derivar en insuficiencia cardíaca, arritmias, accidentes cerebrovasculares, hasta paro cardíaco. Pero tratada con rapidez, de manera oportuna, la recuperación suele ser completa. La clave está en prestar atención a los síntomas y consultar de inmediato ante cualquier señal de alarma.
El nombre clínico de esta enfermedad, por cierto, es miocardiopatía de Takotsubo, y alude a un recipiente que los pescadores japoneses usan para atrapar pulpos (tako, pulpo; tsubo, olla). No por mero capricho: en los estudios por imágenes, se observa cómo el ventrículo izquierdo adopta una forma parecida a estas vasijas, es decir, base redondeada y cuello angosto. De ahí el atinado bautismo.
Aunque el síndrome del corazón roto afecta principalmente a mujeres mayores de 50 años, el riesgo de muerte es más del doble en varones, explica el doctor Sergio Baratta, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Austral, quien comparte datos esenciales para conocer, detectar y prevenir esta enfermedad tan peculiar como poco difundida.

– Es un trastorno causado por un estrés muy intenso que altera el funcionamiento del corazón, en especial del ventrículo izquierdo, una de sus cavidades principales. Durante el episodio, el músculo cardíaco pierde transitoriamente su capacidad para contraerse y relajarse con normalidad. Por eso aparecen síntomas similares a los de un infarto: dolor en el pecho, alteraciones en el electrocardiograma y aumento de ciertos marcadores en sangre, como la troponina. Pero a diferencia del infarto, generalmente no hay obstrucciones en las arterias. Lo que se observa en los estudios por imágenes es un movimiento anómalo del corazón, sobre todo en la parte apical del ventrículo izquierdo. La buena noticia es que, en la mayoría de los casos, la recuperación es completa en días o semanas.
– Suele desencadenarse por situaciones de estrés emocional intenso, como la pérdida de un ser querido, una ruptura amorosa o un conflicto familiar o laboral. También puede deberse a un estrés físico, como una enfermedad grave, un accidente o un trauma. En casos excepcionales, puede aparecer tras una emoción positiva muy fuerte, como un casamiento, un nacimiento…

– La situación emocional intensa provoca una liberación masiva de catecolaminas (hormonas del estrés como la adrenalina) y neuropéptidos (moléculas producidas por neuronas que modulan la actividad del sistema nervioso y cardiovascular). Esta respuesta genera un compromiso significativo de la microcirculación coronaria y altera la contracción del músculo cardíaco. Como consecuencia, el ventrículo izquierdo se debilita de forma transitoria y, en lugar de engrosarse y contraerse durante la sístole, se expande y adopta una forma anormal. Los síntomas son muy semejantes a los del infarto agudo de miocardio, como ya mencioné: dolor torácico, disnea (falta de aire), sudoración, náuseas, malestar en la parte superior del abdomen. Además, puede haber elevación de troponina y alteraciones en el electrocardiograma, por lo que no es posible diferenciar ambos cuadros únicamente con la descripción clínica.
– El electrocardiograma y los análisis de sangre pueden mostrar alteraciones en ambos casos, como niveles elevados de troponina, aunque en el síndrome del corazón roto suelen ser más bajos que en un infarto. Lo que resulta clave son los estudios por imágenes, como la ecocardiografía, la resonancia magnética cardíaca o la angiografía coronaria. Estas pruebas permiten ver si hay obstrucciones en las arterias y cómo se mueve el ventrículo izquierdo. En el síndrome de Takotsubo, las arterias coronarias están libres de lesiones significativas, pero el ventrículo adopta su forma característica. Lo más importante, en presencia de síntomas de angina de pecho, es acudir rápidamente a emergencias para realizar el triage diagnóstico.
– Afecta sobre todo a mujeres posmenopáusicas. Se estima que casi el 5 % de las mujeres que llegan a la guardia con sospecha de síndrome coronario agudo presentan esta patología. Más del 80 % de los casos se da en pacientes mayores de 50 años, con una edad promedio entre 67 y 70. La menor protección cardiovascular tras la menopausia y ciertos cambios hormonales podrían explicar por qué es más común en esta etapa. Se cree, además, que las mujeres tienen una respuesta más intensa a las catecolaminas y una menor capacidad de recuperación del músculo cardíaco frente al estrés.

– Sí, un estudio publicado en el Journal of the American Heart Association mostró que la mortalidad en varones fue más del doble que en mujeres: 11,2 % frente a 5,5 %. Es un dato que sigue en estudio, pero indica que, aunque menos frecuente en hombres, puede tener consecuencias más graves. Las tasas de incidencia más altas se registraron en mayores de 61 años. Esto podría deberse a una combinación de mayores niveles de estrés, variaciones hormonales y aparición de factores de riesgo cardiovascular, junto con el tratamiento insuficiente de la hipertensión y la hiperlipidemia, el consumo de alcohol y el tabaquismo.
– La mortalidad puede ser elevada: se estima en un 6,5 %, sin mejoras significativas a lo largo de los años. En el estudio mencionado, se registraron complicaciones importantes: el 6,6 % de los pacientes presentó shock cardiogénico, el 20,7 % fibrilación auricular, el 3,4 % paro cardíaco, el 35,9 % insuficiencia cardíaca congestiva y el 5,3 % accidente cerebrovascular. Por eso, el diagnóstico y el tratamiento oportuno son tan importantes.
– El tratamiento apunta a prevenir complicaciones potencialmente graves, como arritmias ventriculares, insuficiencia cardíaca o shock cardiogénico. En la etapa aguda, hasta un 20 % de los pacientes puede presentar eventos cardíacos severos, por lo que se recomienda la internación con monitoreo electrocardiográfico durante al menos 24 a 48 horas.

– En la mayoría de los casos, la función del corazón empieza a mejorar dentro de la primera o segunda semana, y los síntomas como el dolor en el pecho o la falta de aire desaparecen en ese período. La recuperación completa puede tardar entre 4 y 6 semanas, y en general se alcanza en un máximo de tres meses. En algunos casos, pueden quedar secuelas mínimas, que solo se detectan con estudios muy sensibles. Tras el alta, se recomienda una visita de control a la semana o a los quince días para revisar síntomas, hacer examen físico y ajustar la medicación si es necesario. A veces también se indican estudios complementarios, como una resonancia cardíaca o una evaluación del flujo coronario.
– En general, la función del corazón se recupera y no quedan secuelas. Sin embargo, algunas personas pueden seguir sintiendo dolor en el pecho, falta de aire o palpitaciones por un tiempo, como decía. Se desconoce la tasa de recurrencia precisa, pero se estima que no supera el 5 %.
– No contamos con estadísticas locales específicas que indiquen cuántos casos hay en Argentina. En un registro nacional realizado por la Sociedad Argentina de Cardiología, se observó que el 8,6 % de los pacientes con sospecha de infarto no tienen obstrucciones coronarias significativas. Ese grupo incluye distintos diagnósticos, entre ellos el síndrome de Takotsubo. La enfermedad coronaria sigue estando subdiagnosticada en mujeres, sobre todo cuando se evalúa el dolor de pecho. Como cuatro de cada cinco pacientes con Takotsubo son mujeres, es posible que el diagnóstico se pase por alto si no se hacen estudios como el electrocardiograma y la medición de troponina ultrasensible.
– Representa cerca del 2 % de los pacientes que consultan por síntomas compatibles con un síndrome coronario agudo, como angina o infarto.
¿Han notado un aumento de casos en los últimos años?
– El reconocimiento de este cuadro clínico ha crecido en las últimas décadas, gracias al avance de los métodos diagnósticos y a una mayor conciencia médica. También se ha registrado un aumento de casos, posiblemente asociado a factores como el estrés crónico, las crisis económicas, problemas personales y el impacto emocional de la pandemia.

– Lo primero es considerar una consulta con un profesional de salud mental, que permita definir el diagnóstico y el abordaje más adecuado. Entre las estrategias no farmacológicas, se destacan las técnicas de relajación, la meditación y el mindfulness. Todas ayudan a reducir la activación del sistema nervioso simpático, mejorar la atención y manejar mejor las emociones. La práctica regular de actividad física también es clave, no solo por sus beneficios cardiovasculares, sino porque reduce el estrés, mejora el estado de ánimo y favorece el descanso. La alimentación saludable, el buen dormir y el contacto con prácticas mente-cuerpo como el tai chi, así como también el desarrollo de la espiritualidad, tienen efectos positivos demostrados. Incluso se está estudiando el rol de la microbiota intestinal en la modulación del estrés, a través de lo que se conoce como “psicobióticos”. En cuanto al ejercicio, con solo 10 minutos diarios de actividad física moderada ya se observan beneficios, y la recomendación general es realizar al menos 30 minutos por día. También es importante cuidar el descanso: dormir entre 7 y 9 horas mejora la regulación emocional y disminuye la vulnerabilidad al estrés.
– Mucho. Un entorno social saludable actúa como amortiguador del estrés. Las personas con redes de apoyo sólidas -familia, amigos, vínculos cercanos- tienden a tener niveles más bajos de cortisol, la hormona del estrés. El acompañamiento emocional ayuda a regular las emociones, a percibir las situaciones como menos amenazantes y a disminuir el riesgo de ansiedad, depresión o síntomas físicos asociados. Aunque cada situación es única y requiere un abordaje personalizado, hay estrategias que se repiten por su eficacia: la comunicación empática, la contención emocional, el ejercicio físico, la meditación y hasta la biblioterapia, que usa la lectura como herramienta de autoconocimiento y alivio.
– Me llama la atención el aislamiento emocional que veo en muchas personas, la pérdida de una comunicación efectiva y la dificultad para poner en palabras lo que sienten. También noto un aumento de la ansiedad, de la angustia, y la falta de tiempo para conectarse con la propia emocionalidad, atrapados en un ritmo de vida acelerado. Muchas veces, en el afán de “tener”, las personas se olvidan de “ser”. Y lo urgente no deja lugar a lo importante. Esa desconexión emocional, si se sostiene en el tiempo, puede terminar expresándose en el cuerpo con cuadros agudos como el síndrome de Takotsubo.
– Le diría que no se aísle. Que busque apoyo en sus seres queridos, que se deje acompañar. Y que consulte con su médico de cabecera, no solo para evaluar cómo está su corazón, sino para tener un espacio de escucha y orientación que contemple su salud integral: física, psíquica y espiritual. En esos momentos, sentirse contenido puede marcar una gran diferencia. Además, si atraviesa una situación emocional muy intensa y aparecen síntomas como dolor en el pecho, falta de aire, sudoración, náuseas o molestias que se irradian al cuello, la mandíbula o los brazos -especialmente si no ceden en pocos minutos-, es fundamental acudir de inmediato a una guardia con capacidad para evaluar enfermedades cardíacas. Actuar rápido salva vidas.