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06 Ago 2025

Cuando la genética encuentra respuestas

Para quienes viven con una enfermedad poco frecuente, saber qué tienen es el primer gran paso. No siempre hay cura, pero ponerle nombre al cuadro permite tomar decisiones, entender lo que pasa y dejar atrás años de incertidumbre. En esta nota, te contamos cómo la genética muchas veces ayuda a abrir esa puerta.

Para quienes viven con una condición infrecuente, la falta de un diagnóstico puede convertirse en una verdadera odisea: consultas múltiples, estudios sin respuestas claras, tratamientos que no terminan de funcionar. Hasta que, finalmente, aparece un nombre. Y con él, la posibilidad de entender qué ocurre, anticipar el curso de la enfermedad y tomar decisiones más informadas.

“Muchas veces, la genética permite encontrar una explicación cuando hay sospechas clínicas, antecedentes familiares o síntomas que no cierran del todo”, señala la doctora Sofía Juárez Peñalva, jefa del Servicio de Genética Médica del Hospital Universitario Austral. “Aún si no se llega a una entidad puntual, el proceso ordena el seguimiento y ayuda a prevenir complicaciones”.

En Argentina, se estima que entre 3 y 3,6 millones de personas conviven con alguna enfermedad poco frecuente (EPOF). La Ley 26.689, sancionada en 2011, las define como aquellas patologías cuya prevalencia es igual o inferior a 1 en 2000 habitantes. Alrededor del 80 %, según estimaciones, tienen origen genético, y el 75 % se manifiestan en la infancia.

Cada año, el Servicio de Genética Médica recibe entre 2800 y 2900 consultas, muchas vinculadas a enfermedades raras. Acompañar a las familias forma parte de su tarea. “Saber que hay una causa genética, que no fue algo que se hizo o dejó de hacerse, descomprime a los familiares. No se trata solo de detectar una mutación: hay que brindar contención y responder dudas. Eso también es medicina”, sostiene la doctora Juárez Peñalva. 

Cuando la genética encuentra respuestas
Cuando hay síntomas que no cierran del todo, la genética puede ser la llave que abre una nueva etapa.

Destaca esta especialista que, incluso años después, algunos pacientes regresan al consultorio con la intención de reinterpretar estudios previos a la luz de nueva evidencia. “Muchas veces, lo que cambia es que deja de vivirse como un camino solitario”, apunta. Y resalta que, más allá del tratamiento, el diagnóstico permite comprender mejor lo vivido y tomar decisiones con mayor claridad.

Ponerle nombre al cuadro, y más

El doctor Hernán Amartino, jefe del Servicio de Neurología Infantil del Hospital Universitario Austral, investigador clínico y asesor científico de FADEPOF (Federación Argentina de Enfermedades Poco Frecuentes), coincide en el valor clínico y humano del diagnóstico. Aun así, destaca que “hoy no solo describimos cuadros: podemos intervenir”. Explica que “existen más de 8000 enfermedades poco frecuentes. Algunas tienen tratamientos específicos, como la terapia de reemplazo enzimático o la terapia génica. Saber qué gen está implicado permite entender qué falla a nivel molecular y diseñar estrategias más precisas”.

“El Proyecto Genoma Humano cambió todo”, resume el experto respeto de aquella gran iniciativa de colaboración internacional iniciada en 1990, que permitió mapear y secuenciar por primera vez el genoma humano. A partir de los avances en torno a estos hallazgos, “hoy la genética nos permite hacer mucho más”, subraya. Pone por ejemplo enfermedades poco frecuentes como la adrenoleucodistrofia (trastorno causado por un defecto genético en el cromosoma X, que afecta la mielina del sistema nervioso y puede provocar un rápido deterioro neurológico), o la atrofia muscular espinal (o AME, afección producida por mutaciones en el gen SMN1 que daña las neuronas motoras, provocando debilidad muscular progresiva). Ambas cuentan actualmente con terapias que mejoran el pronóstico si se detectan a tiempo. 

Cuando la genética encuentra respuestas
No se trata solo de detectar una mutación: el rol de la medicina también es acompañar, contener y responder dudas.

Las más “comunes” entre las raras

En el Servicio de Genética Médica del Hospital, los motivos de consulta suelen ser variados. La doctora Constanza Vallone, médica genetista del hospital, señala que entre las patologías poco frecuentes que se abordan en forma interdisciplinaria figuran el síndrome de Prader-Willi (hipotonía y dificultades para alimentarse en los primeros meses, seguidas por una sensación constante de hambre e incremento de peso), el síndrome de Williams (rasgos faciales particulares, carácter sociable y problemas cardiovasculares), el síndrome de Angelman (retraso del desarrollo, epilepsia y una expresión facial sonriente característica; históricamente se lo ha denominado en inglés Happy Puppet Syndrome), el síndrome de deleción 22q11.2 (puede causar malformaciones cardíacas, inmunodeficiencia, retraso en el desarrollo y dificultades de aprendizaje), o bien, el síndrome de X frágil (es la causa más común de discapacidad intelectual hereditaria; puede presentar también rasgos del espectro autista).

Cuando la genética encuentra respuestas
Muchas enfermedades poco frecuentes se manifiestan en la infancia. Un diagnóstico temprano abre nuevas posibilidades de tratamiento y cuidado.

Los errores congénitos del metabolismo (ECM) también forman parte del trabajo del Servicio, advierte la doctora Vallone. “Algunos se detectan con la pesquisa neonatal; otros requieren estudios más complejos. Por eso es clave mantener un alto índice de sospecha clínica ante síntomas como regresión de habilidades, alteraciones hepáticas, neurológicas o retraso madurativo”, precisa la profesional. 

La evaluación genética incluye herramientas como el cariotipo, el estudio de microarreglos y las técnicas de secuenciación por exoma o genoma completo. “La información genética está guardada como en libros. Algunos estudios miran si los libros están completos, otros revisan hoja por hoja y otros, letra por letra. La mayoría de las EPOF están en esas letras”, grafica la doctora Juárez Peñalva. Y agrega: “A veces, llegamos a una mutación con nombre propio. Otras, entendemos el patrón y podemos orientar la conducta médica”.

“La medicina está cambiando -cierra Amartino-. Y la genética es una herramienta cada vez más transversal. A medida que el conocimiento avanza, vamos a poder ofrecer nuevas alternativas. Siempre que mantengamos una mirada ética, humana y colaborativa”.

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