“Hoy se sabe que los recién nacidos reaccionan frente a los estímulos acústicos, preferentemente las voces humanas, cualquiera sea el idioma utilizado; así como también se sabe que reconocen perfectamente la voz de su madre. De hecho, el aprendizaje más importante en la vida de un niño ocurre durante sus primeros 3 años de vida, ya que es el período de mayor plasticidad neural”, comentaron las especialistas, Dras. Astrid Jacob y Marcela Judith Wolman, ambas médicas fonoaudiólogas del Hospital Universitario Austral (HUA).
“El problema, agregaron, es que la ausencia de estimulación provoca cambios difíciles de revertir en cuanto a la organización funcional del sistema auditivo central”.
Es que la audición desde la temprana infancia es fundamental para el desarrollo social y emocional de los niños. Tal es así que un chico con audición limitada tendrá dificultades en su desarrollo general, dado que su comunicación y conocimiento del mundo se verán comprometidos. La conclusión de este proceso es el desarrollo de un conjunto de alteraciones en lo cognitivo, afectivo y social, debido a que la incapacidad limita la experiencia interactiva.
Todas estas razones de competencia lingüística, oportunidad didáctica, plasticidad cortical y madurez psico-afectiva hacen que la intervención temprana sea una cuestión imprescindible.
“La intervención antes de los seis meses de vida mejora el desarrollo del lenguaje y del habla en comparación con acciones iniciadas con posterioridad al año de vida. Cuando el diagnóstico es tardío -después de los 12 meses de edad- las consecuencias pueden ser graves, ya que la falta de audición provoca restricciones en el desarrollo de la comunicación oral, fundamentalmente debido a que es a través de la audición que el niño aprende hablar. Esto quiere decir que si no puede oír, será incapaz de imitar los sonidos para producir el habla”, esgrimieron Jacob y Wolman.
El avance tecnológico actual trajo aparejado un descenso en la mortalidad y generó un incremento en el número de neonatos que sobreviven, con secuelas adversas para su desarrollo. Entre ellas se encuentra la pérdida auditiva.
No obstante, la buena noticia es que el potencial discapacitante de esta enfermedad se atenúa en gran medida gracias a la precocidad con que se llegue al diagnóstico y se inicien el tratamiento y rehabilitación oportunos.
Por el contrario, el retraso en la identificación del problema produce una alteración en el desarrollo del lenguaje, la comunicación, el nivel educacional, y la calidad de vida del niño hipoacúsico.
Sobre la hipoacusia
La hipoacusia es una enfermedad con alta incidencia durante la primera infancia. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la misma es de aproximadamente una en mil para hipoacusias severas o profundas; pero si se incluyen otros grados de hipoacusia, la OMS refiere que cinco de cada 1000 recién nacidos sufren algún tipo de deficiencia auditiva.
Por su parte, en neonatos con antecedentes de riesgo auditivo, la prevalencia es de uno por cada 100.
La incidencia de la hipoacusia y las repercusiones que ésta trae aparejada, son datos suficientes para despertar alarma social. En consecuencia, en el año 2001 fue sancionada la Ley N° 25.415 que estableció la creación del Programa Nacional de Detección Temprana y Atención de la hipoacusia en el Ámbito del Ministerio de Salud.
Contacto:
*Dra. Astrid Jacob
Médica del staff de fonoaudiología
Hospital Universitario Austral
AJACOB@cas.austral.edu.ar
*Dra. Marcela Judith Wolman
Médica del staff de fonoaudiología
Hospital Universitario Austral
MWOLMAN@cas.austral.edu.ar