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Un acercamiento al Alzheimer

Miércoles 24 de julio de 2013

El Alzheimer tiene mayor incidencia en los adultos de entre 65 y 85 años. Por ello se afirma que la edad es el principal factor de riesgo, aunque también puede presentarse precozmente, es decir entre los 40 y 50 años.

 

Cuando esto ocurre se trata de una variante de la patología que tiene transmisión autonómica dominante. O sea que existe un 50% de probabilidades de que se transmita de generación en generación.

 

“En Estados Unidos, por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer afecta a más de 5,5 millones de personas y se estima que su prevalencia ronda entre el 6% y 10% en adultos de mas de 60 años, llegando el 10% entre los que pasaron los 80. Existe, además, cierta preponderancia  en el sexo femenino”, detalló el Dr. Norberto Fabián Raschella, médico del staff de Neurología del Hospital Universitario Austral (HUA).

 

La cuestión es que debido a que la enfermedad no responde a un sólo mecanismo fisiopatológico, es difícil establecer con certeza si aún teniendo antecedentes familiares una persona puede desarrollar Alzheimer.

 

“Hasta el momento la presencia del gen de la apolipoproteína E, relacionado con la producción de Beta amiloide, es el que puede predecir cierto riesgo, pero su valor es relativo en la práctica asistencial. No obstante, en estos últimos años se han detectado marcadores de probabilidad en neuroimágenes, por medio de radiomarcadores”, explicó.

 

En cuanto a la sintomatología, el especialista consignó: “Los primeros síntomas son referidos a fallas en la memoria a corto plazo. Esto quiere decir que los pacientes olvidan hechos recientes, como por ejemplo qué almorzaron hoy, qué hicieron hace un rato, o algo que leyeron hace un momento”.

 

Además, los familiares suelen comentar que el paciente suele reiterar constantemente los mismos temas, realiza varias veces la misma pregunta como si cada una de ellas fuera la primera vez o se siente desorientado en el tiempo.

 

“Por lo general el paciente desconoce su situación; aunque en muchos casos y sobre todo en las etapas iniciales puede ocurrir lo contrario”, completó el Dr. Raschella.

 

Por su parte, al ser consultado respecto a la prevención de esta enfermedad, el especialista refirió que si bien no existen evidencias que muestren una efectividad del 100%, hay ciertas medidas que –se sabe- contribuyen a generar un cierto “efecto protector”.

 

Entre ellas se cuentan:

-El grado de instrucción y actividad intelectual.
El hábito de lectura.
-El adecuado control de los factores de riesgo cardiovascular como la hipertensión arterial, el colesterol, la diabetes y el sedentarismo.
-La realización de ciertas actividades como, por ejemplo, caminar.
-Mantener una vida social activa.
-Un adecuado tratamiento de enfermedades médicas, como el hipotiroidismo o la depresión.

 

“Un tema aparte es al alimentación porque, si bien no existe evidencia respecto a ninguna dieta especifica, sí está establecido que mantener una dieta equilibrada, rica en minerales, proteínas, hidratos de carbono y grasas, frutas, verduras y pescados, así como también de bajo contenido graso es muy recomendable. Por eso, la llamada dieta mediterránea ha demostrado cierto beneficio”, puntualizó el Dr.

 

En cuanto al aspecto farmacológico, actualmente existen drogas que demostraron tener modestos beneficios, sobre todo en lo referido al retraso de la progresión de la enfermedad, aunque también en cuanto al mejoramiento de la atención, la  memoria y la conducta de los pacientes. Estas drogas actúan a nivel de  la neurotransmisión cerebral.

 

Contacto:
*Dr. Norberto Fabián Raschella
Médico del staff de Neurología
Hospital Universitario Austral
fraschel@cas.austral.edu.ar

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