Desde el Servicio de Pediatría del Hospital Universitario Austral queremos promover conciencia en las familias para evitar accidentes como el ahogamiento en piletas. Si bien puede ocurrir a cualquier edad, el grupo de los niños menores de 5 años es el de mayor riesgo ya que tienen cierto grado de independencia, pero aún sin conciencia de los peligros.
A lo largo de los años, hemos asistido en nuestro Servicio a muchos niños que sufrieron accidentes en piletas. En ese tiempo, escuchamos los relatos de las familias y creemos que transmitirlos y releerlos será una ayuda para la prevención:
- “Pensé que estaba con mi pareja, yo había ido un segundo a la casa, y ella pensaba que estaba conmigo”.
- “Vinieron unos amigos y fui a abrirles la puerta. Sí, me entretuve un rato. Me confié porque estaban los hermanos más grandes con ella, pero se habían ido a jugar”.
- “Estábamos seguros que la puerta de la reja de la pileta estaba cerrada así que lo dejamos ir al jardín tranquilos. Alguien la había abierto”.
- “Estábamos entre amigos, en un momento lo perdí de vista, pero pensé que había ido con los otros chicos que habían entrado a ver una película, no fui a buscarlo”.
- “Siempre salía de casa a jugar y se quedaba por ahí, no muy lejos de la entrada, era muy tranquilo. Cuando salí a buscarlo, no estaba y no lo encontrábamos por ningún lado. Me ayudaron los vecinos y estaba en la pileta de uno de ellos. No tenía reja y estaba abierto el costado de su casa”.
Cuando escuchamos estas historias pensamos: “¿a quién no le pasó?” “¿Quién no hizo alguna de estas cosas?”. Muchas veces tenemos suerte, pero es importante que no confiemos en ella. Estos relatos hablan de la vida misma y de lo frágiles que somos, pero también del poder que tenemos para prevenir los accidentes. Y si somos conscientes de que nos puede pasar a nosotros también, seguramente podamos hacerlo mejor.
Es importante tener los elementos de protección: las rejas en la pileta, el salvavidas, enseñarle a nadar, pero ninguna acción reemplaza estar ahí cuidándolo o saber quién lo está mirando.
No basta con explicarle a los chicos que tienen que estar con un adulto para meterse a la pileta porque, además, cuando los niños se caen al agua pueden no hacer ruido ni pedir ayuda. Por lo que nuestra principal recomendación es la supervisión directa. Y para eso les aconsejamos que un adulto tome ese rol y también lo delegue en caso de turnarse con alguien: “ahora lo miro yo”, “ahora miralo vos”. Porque cuando todos miran, nadie mira, y es fundamental no tener ese minuto de distracción.
Esa toma de conciencia también implica que aceptemos el llanto de nuestro hijo que quiere algo y en ese momento no podemos porque hay algo más importante que es mirar a su hermanito; que cuando recibamos una llamada podamos decir “en este momento no te puedo atender porque estoy cuidando a mi hijo en la pileta” (y si la llamada es impostergable, podamos decir “te llamo en un minuto”, lo saquemos de la pileta y hagamos la llamada); porque, aunque llore o diga “mamá, papá, son malos”, siempre son acciones para cuidarlos y que, si bien ellos tal vez no lo pueden entender, nosotros sí.
Dra. Paola Soto
Coordinadora de Emergencias Pediátricas
Servicio de Emergencias
Hospital Universitario Austral